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miércoles, 24 de agosto de 2011

Sucesos

Todo esta oscuro en el comedor de casa de mi padre. No hay nadie, ni un alma, creo estar sola en casa, y digo creo, porque nunca acabas de decir la verdad diciendo que no hay nadie mas que tu.

Dos meses antes;

La misma escena, solitaria, oscura y siniestra, soledad, dos velas sobre la mesa, y las palabras de mi padre desvaneciendose  por el pasillo principal de una casa de mas de dos cientos metros. Me dijo que no abriera la puerta a nadie, que llevaba llaves.  Sentada en una de las enormes  sillas de mimbre , me giré para comprovar que mi padre se había marchado, un acto de costumbre, supongo. Me aseguré de que la puerta estubiese bien cerrada, así que eché el pestillo, y me volví para el comedor  mirando a mi alrededor, como si nunca hubiese estado en esta casa, como si fuese desconocida para mi, con un candelabro encendido  para alumbrar mi paso, y mi camisón de seda arrastrando por la moqueta.  Me quedé parada justo delante del recibidor de la puerta trasera. Observé la figura de metraquilato que estaba sobre el tapete de ganchillo de mi abuela. Era una mano de mujer abierta entrelazada con una zarza y un rosal. La figura no mostraba el daño que la mano reflejaba, pero imaginé por la expresión de sus dedos que sentía dolor, mucho dolor, y es que si estás sola, en una mansión de dos cientos metros, a oscuras, con el vinilo de country favorito de mi padre sonando en el tocadiscos, y al mirar por la ventana solo ves jardín, no puedes dejar de pensar, que en cualquier momento, una figura de las que hay expuestas en alguna estantería, cobrara vida y te hará la tuya imposible por una noche.
Pasada la media hora, mi padre seguía sin aparecer. Entré en mi habitación, me acosté en la cama con la espalda reposando en un cojín, y cojí un libro. “England’s Dreaming, los Sex Pistols y El punk rock, Jon Savage” Mi libro favorito de entre mil quinientos de la biblioteca de mi cuarto.
Lo abrí, exactamente por la pagina ciento cincuenta y seis, y me puse a leer con la lámpara de mi mesita encendida y la ventana que esta detras de mi espalda abierta.
Sonreí, la brisa que entraba por la ventana me hacía cosquillas, me giré para entornar un poco la cortina, y cuando fui a cerrarla, la figura del recibidor estaba allí, aquella mano tan sofisticada con las zarzas y el rosal. Me asusté, cerré corriendo la ventana y me metí dentro de la cama. Pensé en esa figura de metraquilato ¿que hacía ahi? No dudé un segundo irme de la habitación. Me fuí corriendo a la cocina, y seguí leiendo sin comprension lectora del libro. Leí las tres primeras partes siete veces, y en ninguna comprendí nada de lo que leí, aquel suceso inquitante me podía. ¡No es muy normal que una figura se mueva de aquí para allá! Esta vez me sente de espaldas a la ventana de la cocina, cuando por fin pude concentrarme en el libro, comprendí lo que leía, y me olvidé del tema, una mano de mujer  fue posando sus dedos uno a uno en mi hombro, ,pude contemplar unas  uñas esmaltadas en negro completamente largas y afiladas, de dedos finos y ensangrentados, como si una zarza los ubiese pinchado...
Lo primero que hice fué gritar, gritar con todas mis fuerzas. Tube miedo, mucho miedo. La mano empezó a apretarme el hombro, sus dedos comenzaban a desaparecer entre mis huesos, y una vez desaparecieron totalmente, la misma mano intento estrangularme. Yo seguía sentada contra la ventana, miré hacia la derecha. Un juego de cuchillos estaba a mi alcance, cojí el mas grande y se lo clave a la mano. Ya no notaba presión en mi cuello. Como si esa cosa ubiese caído desplomada al suelo despues de la puñalada. Lloré, desconsoladamente, la puerta de la calle se abrió, me asuste muchisimo, moví la cabeza hacia el lado en que la puerta se abrió, vi que era mi padre. Me miró fijamente a los ojos, y en ver que el suelo de la cocina estaba lleno de sangre, yo tenía un cuchillo en la mano, y mi libro estaba tendido entre mis piernas, roto, vino corriendo a preguntarme que había pasado. Se lo expliqué desde el principio. Todo.  No me creyó. Me metieron en un manicomio para adolescentes. Aquel sitio si que daba miedo, estaba siempre en silencio, y de vez en cuando, por aquellos pasillos blancos immaculados se oían los gritos de algún loco torturado para que tomase la medicación. Cuando creieron que me recuperé,pasados dos meses me sacaron de allí, y ahora, estoy en casa, todo esta oscuro en el comedor de casa de mi padre. No hay nadie, ni un alma, creo estar sola en casa, y digo creo, porque nunca acabas de decir la verdad diciendo que no hay nadie mas que tu.